Regreso al mismo café.
Las horas lentas que pasaron en vanoatraviesan conmigo la puerta giratoria.
Y al fondo, entre las mesas,
una sonrisa tuya me mira como entonces.
Pero otra vez esos labios extraviados
tampoco son tus labios,
no hay sonrisa y el mármol de esta mesa
certifica en mis manos un mensaje de frío.
Caen,
dices,
devotos labios de nácar descreído
y hace mucho que la lluvia
sembró algunos silencios
escandalosamente invisibles.
Pero hemos estado siempre en este instante
donde todos los pájaros ensayan una fuga,
donde ensayan esta cúpula que cierra
el tiempo de la ofrenda
y la derrota.
Pero hemos estado siempre en este instante
de palabra ancestral
y desolada,
como inventando un cuadro eternamente
en el espejo turbio de la escena.
dices,
devotos labios de nácar descreído
y hace mucho que la lluvia
sembró algunos silencios
escandalosamente invisibles.
Pero hemos estado siempre en este instante
donde todos los pájaros ensayan una fuga,
donde ensayan esta cúpula que cierra
el tiempo de la ofrenda
y la derrota.
Pero hemos estado siempre en este instante
de palabra ancestral
y desolada,
como inventando un cuadro eternamente
en el espejo turbio de la escena.