de la vida, las calles y los objetos, y que, mientras respiramos tranquilos por fin en casa, en nuestros cuartos, en nuestras camas, nos entregaremos a sueños y fantasías hechos de las antiguas riquezas, las construcciones desaparecidas y las leyendas de ese Estambul ahora tan lejos.
Los hombres que alaban siempre son o simples o bajos; los que no alaban nunca son o imbéciles o envidiosos.
¡He decidido salvar el mundo, incluso si soy aprisionada por mis pecados!
A David Coulthard le eclipsan demasiado los finlandeses voladores
Caballo de regalo, tenlo por bueno aunque sea malo
Pobre no es el que tiene poco, sino el que mucho desea
Una rosa de un rojo tan intenso que mancha el alma como el vino.
Un Emperador debe de gobernar como los dioses
Los hombres que alaban siempre son o simples o bajos; los que no alaban nunca son o imbéciles o envidiosos.
¡He decidido salvar el mundo, incluso si soy aprisionada por mis pecados!
A David Coulthard le eclipsan demasiado los finlandeses voladores
Caballo de regalo, tenlo por bueno aunque sea malo
Pobre no es el que tiene poco, sino el que mucho desea
Una rosa de un rojo tan intenso que mancha el alma como el vino.
Un Emperador debe de gobernar como los dioses